Adolescencia:
Un nuevo despertar
Adolescencia
conlleva crecimiento, cambio, dolor y falta. Es un pasaje obligado,
complejo, delicado, pero también es un momento creativo. Es una
época en que el cuerpo de las chicas y los chicos sufre cambios y
transformaciones. Es un cuerpo susceptible de procrear.
Ante
esta nueva imagen algunos jóvenes pueden angustiarse. El propio
cuerpo es un extraño, la identidad todavía está por venir. Al
mirarse al espejo y verse diferente hace que muchos se pregunten
¿quién soy? Y al constatar que el niño o la niña que fue se ha
perdido irremediablemente puede producir sentimientos de falta, de
pérdida, de inseguridad y de dolor.
Pero
no sólo el espejo puede devolverles ese cambio, sino también los
semejantes en los que se mira lo ven diferente. Puede que los adultos
más cercanos puedan darles más derechos pero también le pedirán
más responsabilidad.
Es
una etapa de riesgos, una etapa decisiva: la del encuentro del sujeto
con el deseo sexual, la de la reactualización del vida sexual
infantil, la elección del objeto de amor.
La
adolescencia es una transición entre el niño que se fue y el adulto
que está por llegar. Es necesario hacer un trabajo de duelo de la
infancia, aunque la renuncia no sea del todo completa, en el
inconsciente siempre quedarán los acontecimientos esenciales de la
niñez de cada uno.
Los
códigos con que se manejaban en la infancia ya no funcionan, ahora
tendrán que construir herramientas que les permitan enfrentar la
vida adulta. Y esto, en algunos casos, no es sin sufrimiento y
angustia.
¿Qué
respuesta da el psicoanálísis?
Desde
el psicoanálisis se escucha y aborda ese sufrimiento, que, algunas
veces se manifiesta, otras veces es inconsciente, pero que casi
siempre es expresado en sus comportamiento. Sabemos que algunos
adolescentes no saben o no pueden identificar lo que sienten, su
malestar lo expresan más por actos que en palabras.
Puesto
que, se trata de una etapa de crisis, pueden aparecer síntomas
diversos, que van desde el fracaso escolar y el abandono de estudios
a la depresión Muchos
adolescentes presentan inhibición intelectual, social o afectiva,
otros inquietud o conductas disruptivas. También hay quien presenta
trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia) y/o adicciones...
Por
otro lado y no menos importante, nos encontramos en un momento de la
cultura en que cualquier objeto puede satisfacer un goce aunque sea
al precio de hacerse adicto. Adicto al móvil, a las sustancias. Y es
en esa soledad en ese goce autista donde algunos jóvenes pueden
quedar atrapados.
¿Cómo
lo resolverán? ¿Qué margen de maniobra dispone un adolescente?
La
dificultad de verbalización, la inhibición y el frecuente silencio
con que el joven se presenta, requiere un enorme flexibilidad y
apertura por nuestra parte.
Cuando
un adolescente sufre, en primer lugar recabo información de los
adultos de su entorno: padres, educadores, y principalmente, del
propio adolescente, para confeccionar su historia clínica.
Entrevisto al joven las veces necesarias para ubicar las causas
psíquicas de sus síntomas. Tengo en cuenta que cada adolescente en
su particularidad es único. Posteriormente comunico a los padres mi
juicio clínico y propongo, dependiendo de cada caso, un tratamiento
orientado tanto a padres como a educadores en los modos más
convenientes de hacer con el síntoma del adolescente.
Sin
olvidar que, el desafío que tenemos como psicoanalistas es el de
poder instalar un punto desde donde el joven pueda volver a
encontrar el gusto por las palabras.
La
apuesta es ofrecer a los adolescentes que recibo un espacio de
libertad para la palabra y la conversación en el marco de las
sesiones de un análisis.